Su presencia es efímera, como tantas cosas hermosas de la vida. Pero esta vez, la mano del hombre ha restaurado la belleza, y desde mediados de agosto los palmeros y cuantos se acerquen hasta allí pueden admirar la cascada de Los Tilos, que deja caer su agua en medio de un bosque declarado reserva de la biosfera al igual que toda la isla canaria.
Para llegar hasta ella, el visitante se habrá adentrado por medio de la laurisilva, esa mítica formación arbórea relicto del terciario. Caminados unos metros, sólo hay naturaleza alrededor. Desbordante naturaleza: tiles (variedad de la laurisilva que aquí llaman tilos, de ahí el nombre del lugar), helechos gigantescos, palo blanco, laureles, barbusanos, viñátigo, fayas y brezo. Silencio, porque el turismo es, en su mayoría, tranquilo y respetuoso. Si acaso, al fondo, el fragor del agua, que va advirtiendo de su proximidad, a unos 250 metros de la entrada. Y después, las gotas de humedad flotando en el ambiente, filtradas por la luz; el potente chorro que se desploma; el canal que fluye a su lado, impetuoso. Arriba, lo que se puede ver del cielo en medio de este barranco del Agua; abajo, lo que se puede sentir. Todo ello sucede en un municipio, San Andrés y Sauces, que tiene montaña y costa, plataneras y cultivos de ñames, fabricación de ron y excelente pescado.
Allí, a finales de los años cincuenta tomaron la decisión de modificar el curso de las aguas de los nacientes de Marcos y Cordero, que están en el origen de la vida insular. Las reclamaba la central hidroeléctrica del Salto del Mulato. Ganó la necesidad; perdió la belleza.
Pero en 2003 se llegó a una solución de compromiso y, al menos durante unos meses al año, el chorro de Los Tilos -embalsado en un depósito- vuelve a caer en cascada desde su altura de 70 metros. Y los palmeros, noveleros como son, acuden para festejarlo. Y para reencontrarse con una parte de su más remoto pasado, que sucumbió en aras del progreso.
- La cascada de Los Tilos estará en funcionamiento hasta finales de septiembre (se estudia prorrogar el plazo). Horario: de 10.00 a 14.00 y de 15.00 a 18.00. Precio de la visita, 2 euros.
Allí, a finales de los años cincuenta tomaron la decisión de modificar el curso de las aguas de los nacientes de Marcos y Cordero, que están en el origen de la vida insular. Las reclamaba la central hidroeléctrica del Salto del Mulato. Ganó la necesidad; perdió la belleza.
Pero en 2003 se llegó a una solución de compromiso y, al menos durante unos meses al año, el chorro de Los Tilos -embalsado en un depósito- vuelve a caer en cascada desde su altura de 70 metros. Y los palmeros, noveleros como son, acuden para festejarlo. Y para reencontrarse con una parte de su más remoto pasado, que sucumbió en aras del progreso.
- La cascada de Los Tilos estará en funcionamiento hasta finales de septiembre (se estudia prorrogar el plazo). Horario: de 10.00 a 14.00 y de 15.00 a 18.00. Precio de la visita, 2 euros.
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