jueves, 25 de marzo de 2010

Monte Saint Helens

Monte Santa Helena es un estratovolcán activo ubicado en el Condado Skamania, en el estado de Washington, en la región del Pacífico Noroccidental de Estados Unidos. Ahora tiene sólo 2.550 m de altitud sobre el nivel del mar (la erupción de 1980 le restó altura), y está ubicado a 154 km al sur de Seattle y a 85 km al noroeste de Portland, Oregón. La montaña es parte de la Cascade Range e inicialmente se conocía como Louwala-Clough que significa "montaña de fuego o humeante" en la lengua de los nativos locales, la tribu Klickitat. Recibió su actual nombre del diplomático británico Alleyne Fitzherbert, 1er Barón de St Helens, quien era amigo de George Vancouver, un explorador que realizó un sondeo del área a finales del siglo XVIII. Este volcán es muy conocido por sus explosiones de cenizas y flujos piroclásticos.

Es muy reconocido por la catastrófica erupción del 18 de mayo de 1980. Esa erupción volcánica fue la más mortífera y económicamente destructora en la historia de los EE.UU. Sin embargo no fue la mayor en la historia de EE.UU. Este honor pertenece a la erupción del Monte Katmai, en 1912, en Alaska, que también se ubica, como el evento volcánico mayor del siglo XX (la erupción del Monte Pinatubo fue la segunda peor de la historia).

57 personas murieron por la erupción y 250 casas, 47 puentes, 24 kilómetros de vías férreas y 300 kilómetros de autopista quedaron destruidos. La erupción causó una masiva avalancha de escombros, reduciendo su cumbre desde 2.950 m a 2.550 msnm y reemplazándola con un cráter en forma de herradura de 1,5 km de ancho (ver la sección de geología para más detalles). La avalancha de escombros de la erupción de 1980 fue de hasta 2,3 km3 en volumen, convirtiéndola en la mayor en la historia registrada. Sin embargo, la escala de su imagen palidece en comparación con avalanchas de escombros mucho mayores que han ocurrido en el pasado geológico de la Tierra.

Como la mayoría de otros volcanes en la Cascade Range, el Monte St. Helens es un gran cono de escombros compuesto de piedra de lava intercalada con ceniza volcánica, piedra pómez y otros depósitos. La montaña incluye capas de basalto y andesita por las que varias cúpulas de lava dacita han hecho erupción. La mayor de las cúpulas de dacita formó la anterior cumbre; otra formó la cúpula de Goat Rocks en el flanco norteño. Estas fueron destruidas en la erupción de 1980.

El primer avistamiento del Monte St. Helens de parte de los europeos fue por el Comandante George Vancouver de la Royal Navy y los oficiales del HMS Discovery el 19 de mayo, 1792, mientras sondeaban la costa norte del Océano Pacífico entre 1792 y 1794. Vancouver bautizó la montaña con el nombre del diplomático británico Alleyne Fitzherbert, 1er Baron de St Helens el 20 de octubre, 1792, al avistarse cuando el Discovery entraba a la boca del Río Columbia.

Años después la montaña recibió la visita de exploradores, comerciantes y misiones escucharon versiones de un volcán en erupción en esa área. Mucho después, los geólogos e historiadores determinaron que la erupción ocurrió en 1800 y fue el inicio de del Período de Erupción de las Goat Rocks, que se extendió por 57 años.¨

A finales de 1805 y comienzos de 1806, miembros de la Expedición Lewis y Clark divisaron el St. Helens dede el Río Columbia, pero no reportaron que estuviera ocurriendo alguna erupción o de que había habido alguna recientemente. Sin embargo, sí reportaron la presencia de arenas movedizas y obstrucción del canal en la boca del Río Sandy (Oregón) cerca de Portland, Oregón, lo que sugería una erupción del Monte Hood en algún momento en las décadas anteriores.

El primer testimonio confirmado de una erupción del St. Helen fue realizado en marzo de 1835 por el Dr. Meredith Gairdner, quien entonces trabajaba para la Hudson's Bay Company emplazada en Fort Vancouver (el primer geólogo aparentemente vio el volcán 6 años después=. El envió un informe al Edinburgh New Philosophical Journal, que publicó su carta en enero de 1836. James Dwight Dana de la Universidad de Yale, mientras navegaba con la Expedición Wilkes, vio el pico (en ese momento tranquilo) desde las afueras de la boca del Río Columbia en 1841. Otro miembro de la expedición describió posteriormente "lavas basálticas celulares" en la base de la montaña.

A finales del otoño o comienzos del invierno de 1842, pobladores y misioneros vieron la llamada "Gran Erupción". Se reportaron grandes nubes de cenizas para esta pequeña explosión en volumen a la que le siguieron explosiones suaves durante 15 años. Todas estas erupciones fueron pobablemente explosiones freáticas. El reverendo Josiah Parrish en Champoeg, Oregón presenció una erupción del Monte St. Helens el 22 de noviembre, 1842. Las cenizas de esta erupción pudieron haber llegado hasta The Dalles, Oregón, 80 km al sudeste del volcán.

Antes de la erupción de 1980, Harry Truman, de 84 años y dueño de una posada, y que había vivido cerca de la montaña más de 50 años, se hizo famoso en el país cuando decidió que no evacuaría ante la inminente erupción, a pesar de los repetidos pedidos de las autoridades locales. Su cuerpo nunca fue hallado después de la erupción del 18 de mayo, 1980, que dejó un enorme cráter abierto al norte. En total, murieron o desaparecieron 57 personas. Si la erupción hubiera ocurrido un día después, cuando los leñadores estaban en sus labores, en vez de un domingo, la cifra de muertes habría sido mucho mayor.

El Presidente de Estados Unidos Jimmy Carter evaluó los daños y expresó que parecía más desolado que un paisaje lunar. Un equipo de filmación, liderado por el cineasta Otto Seiber de Seattle, fue llevado en helicóptero al St. Helens el 23 de mayo para filmar la destrucción. Sin embargo, sus brújulas comenzaron a dar vueltas y rápidamente se perdieron en la montaña. Una segunda erupción ocurrió el 25 de mayo, pero el equipo sobrevivió y fueron rescatados dos días después de la segunda explosión por pilotos de helicópteros de la Guardia Nacional. Sus filmaciones se convirtieron en el popular documental "La Erupción del Monte St. Helens".

En 1982, el presidente Ronald Reagan y el Congreso de Estados Unidos establecieron el Mount St. Helens National Volcanic Monument, un área de 445 km2 alrededor de la montaña y dentro del Gifford Pinchot National Forest.

El Monte St. Helens está a 55 km en dirección oeste del Monte Adams (Washington), que está en la parte este de las Cascade Range. Estas montañas volcánicas "hermanas" están cada una a unos 80 km del Monte Rainier, el gigante de los volcanes de las Cascade. El Monte Hood, el mayor pico volcánico más cercano en Oregón, está a unos 95 km al sudeste del Monte St. Helens.

El Monte St. Helens es geológicamente joven en comparación a otros grandes volcanes de las Cascades. Se formó sólo en los últimos 40.000 años, y el cono de la cumbre antes de 1980 comenzó a crecer apenas hace unos 2.200 años atrás. El volcán también es conocido por haber sido el más activo en las Cascades en los últimos 10.000 años.

Estornudo de Chuck Norris

Aún antes de su pérdida de altura, el Monte St. Helens no era el pico más alto de la Cascade Range. Su cumbre altitud la convirtió sólo en el quinto pico más alto en el estado de Washington. Sin embargo, se erguía prominentemente frente a las colinas aledañas debido a su simetría y extensa cubierta de nieve y hielo en el cono antes de 1980, lo que le ganó el nombre del, "Fujiyama de América" o "Monte Fuji de América". El pico se elevaba a más de 1.500 m por encima de su base, donde los flancos menores se fusionaban con las cadenas adyacentes. La montaña tiene una distancia de unos 9,5 km a lo largo de su base que está a una altitud de cerca de 1,34 km en el lado noreste y cerca de 1,22 km en el resto. En la línea boscosa (el límite de crecimiento de árboles) antes de la erupción, el ancho del cono era de unos 6,4 km.

viernes, 19 de marzo de 2010

Se cumplen 53 años de la mayor tragedia del siglo XX en La Palma



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La Palma/ A las 6:00 horas del 16 de enero de 1957, despuntaba un día oscuro con una niebla que apenas ofrecía una visibilidad de no más de diez metros. La noche había sido lluviosa, de manera constante e intensa, pero nadie podía imaginar lo que estaba apunto de suceder.

El alcalde de Breña Alta, Blas Bravo, tenía entonces 8 años y, sin embargo, lo recuerda con claridad. “Se escuchaba un ruido horroroso de mucha intensidad”. Fue entonces cuando recuerda que su padre dijo “algo está pasando en el barranco”. La riada fue de tal intensidad que “algunas casas perdieron hasta los cimientos”, recuerda Blas Bravo, “algunos vecinos regresaron a sus casas para recoger alguna prenda y no los volvimos a ver más” y entre los desaparecidos, “mi abuela y unos tíos que también perdimos”. Fueron 28 las víctimas mortales de aquella riada que, asegura, “sí puede considerarse como la peor tragedia de La Palma en el siglo XX” por el número de muertos.

El barranco de Aduares, en Breña Alta, arrastró árboles, piedras y todo cuanto encontraba a su paso, incluido viviendas y personas que se encontraban en ellas. El historiador Juan Carlos Díaz Lorenzo recoge algunas publicaciones de la prensa local, entre ellas, el relato de Antonio Mendoza Cabrera que entonces contaba con 19 años: “agarré a mi hermano pequeño y lo puse en la carretera. Volví a mi casa para coger a mi hermana Elvira de nueve años y salimos todos corriendo” con ellos una hermana en avanzado estado de gestación. Todo fue inútil, “el agua nos cayó encima y sentí cómo se me partía la clavícula”. De esta familia sólo lograron salvarse cuatro hermanos.

Otro de los dramáticos casos fue el de un matrimonio y sus tres hijos. Todos murieron. Y así son muchos los testimonios, todos apocalípticos de lo sucedido aquel 16 de enero de 1957 en el municipio de Breña Alta.

También la Villa de Mazo sufrió pérdidas personales y materiales, donde el agua se abrió paso a través de cultivos y arenales provocando avalanchas de lodo y piedras que sepultaron viviendas y animales. Cientos de personas fueron evacuadas. Juan Carlos Díaz Lorenzo recuerda cómo en la edición del 18 de enero de 1957 del Diario de Avisos se cuenta “es tal el duelo, que el más templado no lo contaría sin lágrimas”.

Entonces fueron 15.000 pesetas el presupuesto estimado para cada una de las cien viviendas que el Estado se propuso construir. Dos millones de pesetas se destinaron para estas obras y otras consideradas de emergencia y quince millones para hacer frente a las averías en carreteras y caminos.

Blas Bravo, actual alcalde del municipio, asegura que “es cíclico, se produce cada cien o ciento diez años” incluso recuerda como en la anterior ocasión “murieron unas diez personas”. Ahora los medios son otros, las circunstancias diferentes pero, advierte “debemos estar preparados, miren lo que ha sucedido en Fuencaliente, tenemos que estar atentos porque esto volverá a repetirse”.

El diluvio de las Breñas de 1957

El pueblo de Breña Alta, en primera persona, recordó el 16 de enero de 2007, el cincuentenario de la tragedia más grave ocurrida en la historia del municipio y de La Palma durante el siglo XX. Al amanecer de aquel día oscuro, con una espesa neblina que impedía la visibilidad más allá de una decena de metros y después de que durante toda la noche estuviera lloviendo con bastante intensidad, el agua corría desenfrenada con un caudal muy superior al que el cauce de los barrancos podían absorber, por lo que la tragedia se consumó en cuestión de minutos.

En su recorrido por la pendiente desde la zona alta, la corriente del barranco de Aduares había arrastrado árboles, piedras de diferentes tamaños, ramas y todo cuanto encontraba a su paso, taponando el puente de El Llanito y causando los primeros estragos en las viviendas que se encontraban a ambas márgenes, arrasando las casas, muebles y enseres y también a las personas que en ellas se encontraban o que trataban de huir ante la amenaza inminente. Comenzó así el doloroso suceso del que ahora se han cumplido cincuenta años.

El 16 de enero de 2007, un numeroso grupo de personas, entre ellos testigos presenciales del luctuoso acontecimiento, recordó a sus familiares y amigos muertos y desaparecidos, celebrando una solemne eucaristía en un paraje del barranco de Aduares, donde una cruz, a modo de sencillo monumento, rememora la tragedia.

Entre los testimonios más dramáticos recogidos en la prensa local, medio siglo después, destaca el relato de Antonio Mendoza Cabrera, que entonces tenía 19 años de edad. En la mañana de aquel fatídico día, él y su padre, Herminio Mendoza Vargas, se afanaban en ayudar a un vecino en apuros cuando vieron cómo bajaba una tromba de agua por barranco de Aduares. “Primero agarré a mi hermano pequeño, que tenía seis años y salí corriendo. Lo puse en la carretera y pedí que lo auxiliaran; que alguien salvara a aquel niño. Después volví para mi casa. Entonces cogí a mi hermana, que se llamaba Elvira y que tenía nueve años y le dije a mi madre que nos fuéramos, que aquello era el fin del mundo, salimos todos corriendo”. Todos los miembros de su familia, entre ellos una hermana en avanzado estado de gestación, trataron de salvar sus vidas, aunque el esfuerzo fue inútil. “Caminaríamos unos seiscientos metros cuando el agua nos cayó encima y entonces sentí cómo se me partía la clavícula. En ese momento perdí a mi hermana. Nunca más la vi. Después del golpe, me desperté en el hospital. Perdí a mi madre…”. De la familia de Antonio Mendoza Cabrera sólo lograron salvarse cuatro hermanos.

En la riada también perdió la vida otra familia, caso del matrimonio formado por Salvador Rodríguez Álvarez (50 años) y su esposa Benigna Cruz Martín (42) y sus tres hijos, Yolanda, Salvador y Terencio, de doce, ocho y cuatro años de edad, respectivamente. Diversos testimonios orales podemos encontrarlos en el texto del profesor Alfredo Mederos, que sirve de prólogo al libro Las décimas del temporal de 1957.

La catástrofe estuvo provocada por un frente de bajas presiones, que en aquella fecha recorrió el Archipiélago Canario en dirección noroeste a sureste y comenzó a descargar agua con fuerza sobre la Cumbre Vieja y otros parajes de la isla desde mediodía del 15 de enero. El temporal encauzó la corriente de agua por los barrancos de Aduares, Amargavinos y Aguasencio, pero llegó un momento en el que sus cauces resultaron insuficientes y cuando el caudal se desbordó, encontró su camino favorecida por la pendiente.

Aunque el foco más grave se localizó en el paraje denominado El Llanito, perteneciente al municipio de Breña Alta, también resultaron gravemente afectados diversos lugares de Breña Baja, sobre todo a lo largo del cauce del barranco de Amargavinos, a su paso por los pagos de San José y San Antonio. El citado barranco tiene una cuenca pronunciada y al llegar a la cuesta de San José presenta una considerable pendiente, lo que favoreció el desbordamiento de las aguas y de todo cuanto arrastraba, causando graves destrozos y la pérdida de vidas humanas.

En el municipio de Villa de Mazo también se contabilizaron víctimas en los pagos de Tirimaga y Montes de Luna, resultando con graves daños materiales el pago de San Simón. La existencia de zonas arenosas, que habían estado plantadas de viñedos y cereales, motivó que el agua buscara nuevos cauces en las zonas de mayor pendiente, provocando torrenteras y una avalancha de tierra y lodo que sepultó numerosas viviendas, bodegas, pajeros y corrales de animales domésticos.

En el extremo sur y en la vertiente oeste de la isla, las aguas torrenciales causaron estragos en los barrios de Los Quemados y El Charco, en Fuencaliente; y Jedey y Las Manchas, pertenecientes ambos a los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane.

Diario de Avisos, en su edición del 18 de enero de 1957, ofrece un panorama desolador. La crónica, firmada por Domingo Acosta Pérez, dice, entre otras cosas, lo siguiente:

“Breña Alta cuenta, al menos, 23 desaparecidos y 5 muertos, arrollados por el barranco de Aduares, que arrasó en El Llanito 19 casas, sin contar las del lado sur que, por sinuosidad del cauce, tal barranco haya podido dañar. ¿Nombres? Imposible. Ayer fuimos, y es tal el duelo, que el más templado no lo contaría sin lágrimas. Corrían aún furiosos los barrancos; los cercados anegados y las carreteras cegadas por la pertinaz lluvia; familias que lloraban por sus allegados; pasaba en unas parihuelas el cadáver de una víctima, “Juan el garafiano”, cargado por el alcalde y números de la Guardia Civil”.

En las sucesivas ediciones, Diario de Avisos fue aportando los datos del saldo de la tragedia: 24 víctimas entre muertos y desaparecidos, sólo en la comarca de las Breñas y Mazo, así como 413 personas evacuadas, un centenar de casas destruidas y otras 75 con riesgo inminente de ruina. Además, tanto en la comarca más afectada, así como en Bajamar y la Cuesta de Matos, en Santa Cruz de La Palma, Los Llanos de Aridane y Tazacorte, se advirtieron daños apreciables en el recorrido de la carretera general del Sur, presentando muros caídos, invasión de lodo y fango y roturas del firme, con el corte total en 13 puntos del recorrido y la destrucción de doce puentes. También se apreciaron dificultades de importancia en la carretera general del Norte, en las proximidades de Los Sauces, donde el agua también descargó con fuerza, registrándose entullo de barro, piedras, troncos y ramas de árboles.

Las autoridades recorren Breña Alta, tras el desastre

La búsqueda de cadáveres y el desescombro de la riada se detuvo en la tarde del 17 de enero, para la celebración de la misa funeral en la parroquia de San Pedro Apóstol, en Breña Alta, que contó con la asistencia del capitán general de Canarias, José María López Valencia; el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Andrés Marín Martín y las autoridades insulares, presididas por el titular del Cabildo Insular, Fernando del Castillo Olivares y el delegado del Gobierno, Rafael de la Barreda.

En su homilía, el párroco de San Pedro Apóstol, Esteban Santos González, dijo que “cuando hace un año vimos los daños del temporal en Breña Alta (se refiere al vendaval de 1956), con escombros y carreteras atravesadas por colosales eucaliptos, sentimos el alma sobrecogida… Pero todo es relativo y aquellos males son irrisorios si los comparamos con la tragedia de ahora, vivida intensamente en las Breñas y Mazo. No abundaremos en duelos, pero recordamos a las personas desaparecidas en El Llanito que con ilusiones de todo mortal, luchaban a diario para mejorar su porvenir. Para ellas, nuestras oraciones y sufragios para sus familiares y amigos, la resignación cristiana, que pedimos a Nuestro Señor”.

El sepelio de las infortunadas víctimas constituyó una honda manifestación de duelo, celebrándose solemnes oficios religiosos en las parroquias de San Pedro Apóstol y El Salvador, así como en las restantes parroquias de la isla, por el eterno descanso de sus almas, en medio de nutridas presencias de fieles. Asimismo, unos días después, en Tenerife, Las Palmas, Madrid y en Venezuela, también se celebraron misas en memoria de las víctimas de la tragedia.

Los graves daños ocasionados en la carretera general y en otras vías secundarias -explica Luis Ortega en su libro Breña Alta, retrato con paisaje- determinó la decisión de las autoridades de utilizar el cabotaje como vía alternativa entre las dos comarcas de la isla, al igual que había ocurrido cuando la erupción del volcán de San Juan, ocurrida en los meses de junio y julio de 1949, garantizando, de ese modo, la exportación frutera y el tráfico de mercancías y de personas.

El presidente del Cabildo Insular, Fernando del Castillo Olivares y Van de Walle; el delegado del Gobierno, Rafael de la Barreda Díaz y el comandante militar, Ramón Lope de Haro, decidieron trasladar sus despachos de campaña al ayuntamiento de Breña Alta, entonces presidido por el alcalde Martín Cabrera Monterrey, desde donde informaron al ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, de la magnitud del suceso y pidieron ayudas urgentes para tratar de paliar la gravedad de la situación.

La respuesta del ministro no se hizo esperar, como lo atestigua el telegrama recibido en la capital palmera y que se expresa en los siguientes términos:

“Con gran sentimiento recibí noticia de víctimas y daños causados en nuestra isla por el temporal. El Caudillo ha tenido a bien adoptar pueblos de Breña Alta y Breña Baja como más afectados y ordenar la reconstrucción de viviendas desaparecidas. Espero informes oficiales para proveer otras necesidades. Hagan presente a familias de víctimas mi sincera condolencia y a todos mis paisanos que comparto con ellos el pesar por la tragedia sufrida”.

El 22 de enero, el Consejo de Ministros reunido en el Palacio de El Pardo bajo la presidencia del Jefe del Estado, resolvió la adopción de la zona afectada y la construcción de cien viviendas en Breña Alta, con un presupuesto de 15.000 pesetas cada una. Regiones Devastadas adelantó la cantidad de dos millones de pesetas para las obras de las casas y otros trabajos considerados de urgencia.

Las averías en carreteras y caminos, valorados en 15 millones de pesetas, se atendieron “inmediatamente” por orden del director general del ramo, siguiendo indicaciones del ministro Blas Pérez González. Los daños en cultivos, embalses y canales, se calcularon en más de treinta millones de pesetas, cuantía que fue compensada con ayudas y moratorias del Instituto de Colonización.

El 27 de enero, en el Teatro Madrid, se celebró una función benéfica a favor de los damnificados de La Palma, organizado por el Hogar Canario de Madrid y patrocinado por el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, acto que contó con la asistencia, entre otras personalidades, de los subsecretarios de Gobernación y Trabajo. Entre otros artistas invitados actuaron Paquita Rico, Carmen Sevilla y Miguel Ligero. “Bajo todos los puntos de vista -dice el despacho de la agencia Cifra-, el acto constituyó un éxito, registrándose un lleno total y siendo la recaudación muy lisonjera”.

La solidaridad llegó a La Palma desde muchos lugares y, como señala Luis Ortega, “se vistió de todas las formas: de Santa Cruz de La Palma, cuyos habitantes se movilizaron desde el primer momento, y de la isla; de Canarias y de España, de Venezuela… ’porque la tragedia latió en todos los hogares’, según un romance de Gumersindo Galván: Aquel dieciséis de enero / la furia a La Palma llega / batiendo con más bravura / desde Mazo hasta las Breñas…”.

De la tragedia, además de la memoria de quienes la vivieron y de las informaciones recogidas en la prensa de la época, caso de Diario de Avisos, el periodista palmero Luis Ortega Abraham trata con amplitud el luctuoso acontecimiento en el capítulo noveno, titulado “Sustos y avances del siglo”, en su citado libro Breña Alta, retrato con paisaje (1995).

También ha quedado el testimonio en forma de décimas, que el profesor Justo Pérez Cruz compila en su libro titulado Las décimas del temporal de 1957 (2005), en el que recopila los versos de Simeón Marichal Negrín, Matilde Morales, Francisco Javier Pérez Santos, Nicolás Gómez Lorenzo, Nicolás Gómez Hernández, Ignacio Barreto Pérez, Juan Jerónimo Hernández Morera, Emiliana Pestana, Mercedes Abreu y un grupo de décimas anónimas firmadas con las siglas A.M.P., así como el romance Llora la isla, del poeta Gumersindo Galván de las Casas y el poema Madre, de Jesús Duarte Pérez, dedicado a su madre, Juana Pérez Crespo, que falleció al día siguiente del temporal después de ser arrastrada por las aguas junto a su hijo Félix, el inolvidable poeta y periodista.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 21 de enero de 2007

César Manrique

César Manrique Cabrera (*24 de abril de 1919 Arrecife; † 25 de septiembre de 1992 Teguise) fue un pintor, escultor, arquitecto y artista español originario de la isla de Lanzarote. Compaginó su obra con la defensa de los valores medioambientales de Canarias. Buscó la armonía entre el arte y la naturaleza como espacio creativo. Obtuvo, entre otros, el Premio Mundial de Ecología y Turismo y el Premio Europa Nostra.

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Nació el 24 de abril de 1919 en Arrecife, en el seno de una familia de clase media,[1] , y desde muy temprana edad evidenció su facilidad para el dibujo y su admiración por autores como Picasso, Matisse y Braque.[2] Su infancia transcurrió entre el Charco de San Ginés —zona de Arrecife cercana al puerto y núcleo original de la población— y la Caleta de Famara, lugar que inspiró su posterior vinculación con la defensa del patrimonio natural de la isla de Lanzarote.

Al estallar la Guerra Civil española en 1936, se alistó como voluntario en el bando franquista, sirviendo en el cuerpo de artillería de Ceuta y combatiendo más tarde en distintos frentes peninsulares. Nunca quiso hablar de su atroz experiencia en la guerra, y al regresar a casa en 1939, aún vistiendo el uniforme, se despojó de la ropa, la pisoteó con rabia y le prendió fuego.


Concluida la guerra, ingresó en la Universidad de La Laguna para estudiar arquitectura técnica, pero después de dos años abandonó la carrera para trasladarse a Madrid y, gracias a una beca concedida por la Capitanía General de Canarias, ingresar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando donde se graduó como profesor de arte y pintura en 1945. Ya en 1942 tiene lugar su primera exposición individual en Arrecife, y con el auge del surrealismo en la década de los 50 funda la galería Fernando Fé, la primera galería no figurativa de España. Durante esa época realizó murales en Lanzarote, como el del Aeropuerto de Guacimeta y el parador de Turismo de Arrecife, y en la península, y expone su trabajo en varios países.

En 1964 se trasladó a Nueva York donde expuso, entre otras, en la Galería Catherine Viviano y tuvo contacto con las corrientes artísticas norteamericanas.

En 1966 se instala definitivamente en Lanzarote, donde comenzaba a desarrollarse el sector turístico. A partir de 1973 comienza su estrecha colaboración con el arquitecto Fernando Higueras, quien en 1962 había proyectado la casa de César Manrique en Camorritos, en las afueras de Madrid. Ambos acometen diversos proyectos dentro de la isla lanzaroteña, comenzando por las obras del Mirador del Río. Durante las décadas de los 70 y 80 tiene lugar una importante actividad como creador de espacios perfectamente integrados en el entorno natural. También participó en proyectos en otras islas del archipiélago y otros lugares de España, como el Centro Comercial La Vaguada 1983 en Madrid.

En 1988 traslada su residencia a su nueva casa de Haría, construida y decorada por Manrique y publica "Escrito en el fuego".

Murió en un accidente de tráfico el 25 de septiembre de 1992, cerca de la sede de la fundación que lleva su nombre, inaugurada en marzo de ese mismo año.

La Fundación, ubicada en la antigua residencia del artista en Taro Tahíche, acoge hoy en día sus obras (esculturas, dibujos, pinturas...) y las de otros artistas.


Jameos del Agua.
  • Jameos del Agua fue realizado sobre una idea de César Manrique en 1968. Un jameo es un tubo volcánico generado por el flujo de lava en su interior al que se la ha desprendido la parte superior. Los Jameos del Agua está formado por el "jameo chico" (donde se ubica un restaurante) y el "jameo grande" donde se encuentra una piscina rodeada por un jardín. En 1987 se construyó un auditorio para 600 personas dentro de éste jameo.
  • El Taro de Tahíche. Su casa, construida en 1968, aprovechando el espacio natural de cinco burbujas volcánicas. Es la actual sede de la Fundación César Manrique y en la misma se puede apreciar parte de la obra del artista, así como obras de otros artistas, que son propiedad de la fundación. Tiene más de mil metros de superficie habitable, en dos niveles.
Mirador del Río.
  • Mirador del Río: está situado en el norte de la isla, en el Risco de Famara. Excavado en la roca de un acantilado en el lugar donde se situaba una antigua batería de artillería costera, ofrece una vista privilegiada del archipiélago Chinijo. El Mirador dispone de un restaurante con varias terrazas y ventanales. Fue realizado en 1973 por César Manrique, que modificó el proyecto inicial de Fernando Higueras con la colaboración de Jesús Soto y Eduardo Cáceres. Está formado por dos cúpulas enterradas para disminuir el impacto visual.
  • El Lago de la Costa de Martiánez situado en el Puerto de la Cruz. Construido en 1977 se trata de un complejo de ocio formado por un lago central artificial con un conjunto de piscinas, jardines, terrazas, restaurantes, etc. con el protagonismo de la piedra volcánica. También acoge una serie de esculturas de César Manrique.
  • Jardines y piscinas del Hotel las Salinas en Costa Teguise, junto con una serie de murales. El proyecto del hotel, de corte aún racionalista y concluido en 1977, es obra de Fernando Higueras.
  • Centro Comercial La Vaguada de Madrid. Inaugurado en 1983. Fue el primer centro comercial de España integrado perfectamente en el entorno natural.
  • Mirador de La Peña. Inaugurado en 1989 en la isla de El Hierro. En él se aloja un restaurante con amplios ventanales y con vistas al valle de El Golfo.
Jardín de Cactus.
  • Jardín de Cactus. Inaugurado en 1990 en lo que era una antigua cantera de Guatiza. Última obra de César Manrique en Lanzarote. El jardín alberga una gran cantidad de especies de cactus de Canarias y de otras partes del mundo.
  • Playa Jardín. El Puerto de la Cruz volvió a contar con el artista en 1992. La playa fue totalmente remodelada: extensas zonas ajardinadas, bares y restaurantes, escollera, etc.
  • Parque Marítimo César Manrique. Zona de ocio en Santa Cruz de Tenerife concebido al inicio de la década de los 90 consiguiéndose una regeneración del litoral. Piscinas, fuentes, etc. con el respeto a la naturaleza que caracterizó al artista.
  • Mirador de El Palmarejo. Proyecto de 1989 en La Gomera, inaugurado en 1995. Integrado perfectamente en el paisaje alberga un restaurante-escuela.
  • Parque Marítimo del Mediterráneo terminado en 1995 en Ceuta. Muy similar al complejo Martiánez del Puerto de la Cruz: lagos, jardines, solariums, etc.
  • Horno-Asador de Timanfaya, un establecimiento gastronómico ubicado en el Parque Nacional de Timanfaya, cuya particularidad es un horno-asador que aprovecha la energía geotérmica para la cocción de los alimentos.

Balnearios en la República Checa


Existe una región cuya riqueza natural le ha brindado fama en toda Europa, la región de Karlovy Vary. Ciudades – balneario como Karlovy Vary, Marianske Lazne, Frantiskovy Lazne ó Jachymov son actualmente centros de reposo de reputación internacional

Balneoterapia en la República Checa

Existe una región cuya riqueza natural le ha brindado fama en toda Europa, la región de Karlovy Vary. Ciudades – balneario como Karlovy Vary, Marianske Lazne, Frantiskovy Lazne ó Jachymov son actualmente centros de reposo de reputación internacional, y el máximo exponente del Turismo de Salud de la República Checa.


Inmersa en un espacio natural sobrecogedor, la ciudad – balneario de Karlovy Vary es conocida internacionalmente con el nombre de Karlsbad o “Termas de Carlos”. El balneario dispone de doce manantiales de agua caliente y uno de agua fría, y fuentes de gas natural para las curas de salud. Además la ciudad ofrece múltiples actividades deportivas y culturales, albergando el Festival de Cine Internacional más importante del país, que en el mes de junio reúne a grandes estrellas de la pantalla.

Menos renombrada que su vecina Karlovy Vary, la ciudad – balneario de Marianske Lazne, antiguamente llamada Marieband, es uno de los balnearios más lujosos y frecuentados en Europa desde finales del siglo XIX. Reyes como Eduardo VII de Inglaterra y Francisco José, escritores rusos como Gogol y Goncarov, el poeta Goethe ó el compositor Wagner eran asiduos a sus aguas termales, y hoy en día sigue siendo un centro de reunión para celebridades internacionales.

Junto con estos balnearios destaca la pequeña Frantiskovy Lazne, ciudad protegida como patrimonio histórico-artístico por su atmósfera Belle Époque de la época de los Habsburgo. Su nombre procede del nombre del emperador Francisco II, Franzensbad.

Frantiskovy Lazne cuenta con 22 manantiales y sus grandes extensiones de zona ajardinada entre los viejos establecimientos de agua potable y curativa la convierten en el lugar ideal para unas vacaciones de tranquilidad y reposo.

La ciudad – balneario de Jachymov es otro conocido centro termal, con cuatro manantiales para fines curativos al igual que el balneario infantil Lazne Kynzvart ubicado entre Karlovy vary y Marianske Lazne, y único balneario especializado en el tratamiento infantil de la República Checa

Ciudades - Balneários de la República Checa



KARLOVY VARY

Karlovy Vary es, de las ciudades -balnearios de la República Checa, la más conocida y visitada. Sus orígenes se remontan al ano 1358, cuando el emperador Carlos IV mandó a construir allí un castillo de caza y fue en 1370 cuando el monarca elevó Karlovy Vary a la categoría de ciudad, por lo que también le concedió la dignidad y los derechos reales. Ciudad rodeada por paisajes alucinantes que se encuentran en el corazón de los montes metálicos ofrece al visitante la posibilidad de paseos por sus laderas monañosas y sus extensos bosques.


Historia

A partir del siglo XIV la cuidad Karlovy Vary alcanza un gran desarrollo y comienza a ser conocida. A los inicios del siglo XVIII, la ciudad logra un gran desarrollo y se convierte en una de las regiones más prestigiosas como ciudad-balneario de Europa. A finales del siglo XIX se llevan a cabo reconstrucciones en Karlovy Vary dirigidos por dos arquitectos austriacos que transforman la ciudad en un nuevo centro moderno, con muchos manantiales de agua con propiedades curativas, villas privadas y balnearios de lujo. Entre los monumentos que más destacan se encuentran: la Iglesia de Santa Magdalena y la Iglesia Ortodoxa de San Pedro, el Balneario privado del emperador Francisco José I, las cincos columnatas monumentales y el Teatro Municipal.


Mariánské Lázně


El tercer punto del "triángulo balneario" forma el Mariánské Lázně. Las noticias más antiguas provienen del siglo XVI y hablan de la utilización de las fuentes locales para años curativos. El paisaje original fue transformado desde la segunda década del siglo XIX en un parque romántico que ayuda a la curación y al descanso de los huéspedes, entre los cuales se hallaban en el pasado toda una serie de interesantes personalidades, tales como J. W Goethe, F. Chopin, I. S. Turgeněv, N. V. Gogol, R. Wagner o S. Freud. Algunas decenas de fuentes frías son utilizadas para la curación de vías urinarias, del organismo locomotor, de las vías respiratorias y la obesidad. Entre las atracciones locales se encuentra la fuente cantante o la Iglesia ortodoxa de San Vladimír.


Františkovy Lázně

La fuerza curativa de las fuentes frías de lo que es hoy el balneario de Františkovy Lázně ya era conocida desde tiempos inmemorables por los habitantes del cercano Cheb, que no quisieron conformarse con su creciente afición y con la continua independización del lugar, que tuvo su punto culminante con la fundación del balneario en el ano 1793. Františkovy Lázně ha sido en su historia objeto de interés de personalidades destacadas, ya fueran miembros de la familia imperial, o personalidades de la cultura como Goethe, Beethoven, Schopenhauer o la escritora checa B. Němcová. Un símbolo del balneario es la estatuya delniño con un aparente poder milagroso la mujer que toque alpequeño František quedara embarazada.



La apertura definitiva, para el disfrute de todos, de la Fuente Santa en Fuencaliente está más cerca. El presidente del Cabildo palmero, José Luis Perestelo, anunció que, tras la declaración de las aguas de este manan tial como minero medicinales, el consejero de Infraestructuras del Gobierno de Canarias, Juan Ramón Hernández, le entregó el pasado jueves, día 5, un borrador de los estatutos que configurarán el consorcio público sin animo de lucro que se creará entre Cabildo de La Palma, Gobierno de Canarias, Ayuntamiento de Fuencaliente y CajaCanarias.
Este consorcio determinará que tipo de equipamiento puede llevar una zona tan sensible de la Isla. José Luis Perestelo Perestelo expuso que "no parece razonable un hotel, sino un balneario o unas piscinas termales, que propicien una actividad económica sin perjudicar al medio ambiente".
El objetivo es convocar un concurso de ideas sobre como desarrollar el aprovechamiento más idóneo de la Fuente Santa, cuyo borrador también ya está en manos de la institución insular, así como un documento básico para la concesión de obra pública. Perestelo mostró su satisfacción al considerar que "estamos avanzando notablemente en este tema, las cosas van muy bien".
Sin embargo, no se atrevió a dar una fecha en la cuál ya todos podríamos disfrutar de la Fuente Santa. "Es algo muy difícil de vaticinar en estos momentos. Tanto el Gobierno de Canarias como el Cabildo hemos dado el visto bueno al borrador de los estatutos, sobre el que en breve deberá pronunciarse el Ayuntamiento de Fuencaliente", apuntó.

300 años de búsqueda. El Gobierno de Canarias logró finalmente encontrar la Fuente Santa de Fuencaliente después de muchos e infructuosos intentos de varias personas a lo largo de más de 300 años. El municipio localizado en suroeste de La Palma cuenta con uno de los manantiales de aguas termales con propiedades curativas más famoso de Europa, que fue sepultado por el volcán de San Antonio en 1677 y que incluso tiene un libro que cuenta su apasionante historia, escrito por uno de los responsables del éxito de la búsqueda, el ingeniero Carlos Soler.

HISTORIA DE LA FUENTE SANTA

La Fuente Santa fue un manantial de aguas termales que surgía en marea baja, al pie de un abrupto acantilado y en la parte sur de la isla de La Palma. Desde 1493, año en que don Alonso Fernández de Lugo conquista la isla para la Corona de Castilla, hasta 1677, fecha de la erupción del volcán de San Antonio, la Fuente Santa atrajo a multitud de enfermos que acudían a curarse esperanzados por la fama que habían adquirido sus aguas. Desde toda Europa e incluso desde América, venían los enfermos a librarse de las distintas enfermedades que padecían. Pero también tenía fama de sanar cualquier enfermedad de la piel, de los huesos, del estómago e incluso el reuma y la sarna.

La terapia consistía en un primer baño en una pileta llamada de San Blas, donde el agua de la Fuente estaba ligeramente enfriada porque se mezclaba con el agua del mar. Otro baño posterior en la pileta de San Lorenzo que se caracterizaba por las altas temperaturas del agua. Y, por último, otro más suave y placentero que consistía en baños de lodo donde surgía directamente La Fuente Santa.

Durante dos siglos, la Isla de la Palma se convirtió en la isla del Archipiélago con mayor tráfico de viajeros y la de mayor renta. Tal era la riqueza que aportaban los visitantes que se cosntruyó el Pago de las Indias, llamado de esta forma por el dinero que se movía con las limosnas y el hospedaje de los enfermos.

Pero cuando las curaciones eran mayores, la incredulidad se transformaba en santidad y la fama de los milagros de esta Fuente inundaba la isla, bruscamente todo se acabó. En noviembre de 1677 comenzó la erupción del Volcán de San Antonio. Tras varios días de explosiones y ríos de lava, el volcán sepultó el bien más preciado de la isla: la Fuente Santa. En un mes, riqueza, santidad y salud habían sucumbido bajo la ira del volcán.

En todos estos años, muchos han sido los intentos por recuperar la Fuente Santa, algunos fueron incluso sepultados por la erupción del Teneguía. Pero los habitantes de Fuencaliente seguían empeñados en su recuperación. Y ya, en 1995, el entonces alcalde solicitó ayuda al Servicio Hidráulico de Tenerife para la recuperación de la Fuente Santa.

Tras muchas investigaciones e intentos por parte de personas cualificadas, pasado el verano de 2005, se logró encontrar el elevado risco de color plomizo(según la historia) a cuyo pie nacía la Fuente Santa cuya agua mana a 45º de temperatura.

En la actualidad se siguen con las obras para adecuar el lugar y darle el lugar que siempre tuvo en nuestra historia palmera.

Incendio en Fuencaliente y Mazo - Isla de La Palma - Canarias 02/08/09

Los dos volcanes más hermosos del mundo: El Teide y el Fuji Yama

Controlado en un frente el incendio de La Palma

INCENDIO EN FUENCALIENTE 010809

La erupción del Teneguía, Octubre - Noviembre de 1971

La fuente santa

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Lo siento no me dejaba copiarlo

Fuente Santa




La Fuente Santa fue un manantial de aguas termales que surgía en marea baja, al pie de un abrupto acantilado y en la parte sur de la isla de La Palma. Desde 1493, año en que don Alonso Fernández de Lugo conquista la isla para la Corona de Castilla, hasta 1677, fecha de la erupción del volcán de San Antonio, la Fuente Santa atrajo a multitud de enfermos que acudían a curarse esperanzados por la fama que habían adquirido sus aguas. Desde toda Europa e incluso desde América, venían los enfermos a librarse de la "lúe Venérea", del "mal francés" y del "mal de pupas", como así llamaban entonces a la sifilis y la lepra, que constituían entonces un auténtico "azote de Dios". Pero también tenía fama de sanar cualquier enfermedad de la piel, de los huesos, del estómago e incluso el reuma y la sarna.




La terapia para los casos graves consistía en un primer baño en la pileta de San Blas, donde el agua de la Fuente estaba ligeramente enfeiada al mezclarse con el agua de mar. Allí el enfermo se arañaba las heridas con un cepillo de púas de hierro, hasta que lograba levantarse las pústulas, rememorando en su propia carne el martirio del santo. Luego, con las heridas limpias y en carne viva, con un dolor lacerante insufrible, se sumergía en la pileta de San Lorenzo donde, rememorando un nuevo martirio y debido a las altas temperaturas del agua de la Fuente, las llagas se cauterizaban. Este tratamiento tan doloroso se completaba posteriormente con otro más suave e incluso placentero, basado en lodos y baños marinos en la pequeña ansa abierta hacía el sur, donde surgía la Fuente Santa.


Durante dos siglos La Palma fue la nueva Cos del Atlántico, patria de Esculapio y de hipócrates, doncientos años en los que la Fuente Santa recibió a todo tipo de enfermos, algunos tan ilustres como Don Pedro de Mendoza (1500-1537), Adelantado de los Mares del Sur, Conquistador de Argentina, Uruguay y Paraguay y fundador de la ciudad de Buenos Aires. Don Pedro estaba enfermo de sífilis, según decían algunos era la penitencia por su pecado de concupiscencia durante el Saco de Roma (1527), y hasta sus oídos llegó la fama de las curaciones de la Fuente Santa. No lo dudó, y aprovechando el viaje hacia la conquista de América del Sur, retuvo en Canarias a la flota compuesta por 17 barcos y durante un mes se estuvo bañando en las aguas termales, acompañado por su amante María Dávila y confortado por Don Rodrígo de Cepeda y Ahumada, hermano de Santa Teresa, antes de lanzarse al proceloso Océano en busca de las Tierras Ignotas del Sur. Don Pedro y todos los demás visitantes, como fue también Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, fueron aportando un riqueza a la isla que culminó al convertir La Palma en la isla con mayor tráfico de viajeros y la de mayor renta del Archipiélago. tal era la riqueza que aportaban los visitantes que se construyó el Pago de Las Indias, llamado de esta forma por el dinero que se movía con las limosnas y los hospedajes de los enfermos.


Pero cuando las curaciones erna mayores, cuando la incredulidad se transformaba en santidad y la fama de los milagros inundaba la isla, bruscamente todo se acabó. Un aciago día de noviembre de 1677 se desató la furia del Averno y comenzó la erupción del volcán de San Antonio. Durante días fluyeron las coladas por el llano que se situaba por encima del acantilado costero, aquel que enmarcaba la caleta abierta hacie el sur donde surgían las aguas de la Fuente Santa. Aunque el basalto y las escorias destruían campos y sepultaban casas, los palmeros, acostumbrados ya a estas furias desatadas, pensaban que todo era reponible, todo podría ser recuperado. Cuando acabara la erupción sería el momento de la reconstrucción.


Tras varios días de explosiones, el 17 de noviembre surgió una colada del pie de la Montaña de Los Corrales que se dirigió hacia el oeste. El 21 del mismo mes brotó otra colada que fue derecha hacia escotaduras del acantilado a cuyo pie surgía la Fuente. Rápidamente se dio la alarma en la isla y de todos los lugares surgieron los palmeros que, reuniéndose en una fervorosa comitiva, se enfrentaron al avance de la colada con los medios que proporciona la fe: las procesiones y las rogativas. Todos dijeron que fue un milagro, nadie lo puso en duda: cuando tan sólo faltaban cien metros para que la colada llegara a la parte superior de la fuente y a punto estaba de sepultar a los vecinos, bruscamente se desvió hacia el sur. En medio quedó la pared del acantilado de la Fuente Santa, mientras que a poca distancia y a cada lado de ella, las coladas caían por los ciento cincuenta metros de altura del acantilado sepultando la costa en un espectáculo de fuego, estruendos y pavor.


Pero el Averno no había dicho aún su última palabra y lo hizo dos días más tarde, cuando todos presagiaban que la erupción acababa. Fue entonces cuando una nueva y postrera colada, surgida del pie del volcán, se dirigió nuevamente hacía el acantilado. Otra vez comenzaron las rogativas sacando en procesión a la Virgen de las Nieves, pero esta vez todo fue muy rápido, la colada se encontró con el camino abierto por las anteriores y sin ningún titubeo llegó hasta las escotaduras del acantilado. Comenzaron a caer las escorias que anteceden, rodando y saltando se fueron acumulando en la pequeña cala. Al poco tiempo se había anegado la orilla del mar y con ella la Fuente Santa. Detrás se precipitó la colada que, aportando más piedras y basalto incandescente, sepultó la cala con más de setenta metros de altura, haciendo retroceder la costa cuatrocientos metros mar adentro. Todo acabó, un mes más tarde el volcán se pagó y con él quedaron sepultados campos, casas y el bien más preciado de la isla; la Fuente Santa. Riqueza, santidad y salud habían sucumbido bajo la ira del Volcán.



Busqueda de la Fuente Santa.


Nunca el lamento de una isla fue mayor. La Iglesia, la principal damnificada, reaccionó rápidamente y tan sólo unos meses después envió a un Visitador Eclesiastico, Don Juan Pinto de guisla, para que informara de la terrible perdida que suponía la desaparición de la Fuente Santa. Diez años más tarde, en 1687, los palmeros se reunen para excavar un pozo y comienza así una lucha desesperada contra la naturaleza en la que la falta de estabilidad de las escorias sueltas y la tremenda dureza del basalto les van a obligar a desistir, no sin antes dejar la huella de su afán y pedir a las generaciones futuras que no dejen nunca de intentar recuperar la Fuente Santa. Y así lo hicieron, prácticamente no hay una sola generación de palmeros y más concretamente de fuencalenteros, que no intentara encontrar la antigua surgencia de las aguas termales, curativas y milagrosas.


Dice la leyenda que este intento concluyó marcando el lugar donde se encontraba enterrada la Fuente Santa. Unos aseguraban que la señal era una excavación alargada que marcaba la dirección, otros decían que había una gran cruz que marcaba el emplazamiento. Además y como aporte de esta misma generación, la última que contempló con sus ojos el mítico manantial, se han conservado ciertas frases que la tradición ha transmitido de generación en generación aportando una clave para encontrar la fuente.



  • La fuente nacía al pie de un elevado risco de color plomizo.

  • El agua brotaba de un material de tan blanda naturaleza que con una lanza facilmente se hacían regatones.

Muchas han sido las busquedas en estos casi 330 años, las huellas se encuentran esparcidas a lo largo del malpaís de Fuencaliente y muchas de ellas fueron sepultadas por el Teneguía. también fueron muchas las peticiones, súplicas y estudios realizados para descubrirla. Entre ellos cabe citar los del enigmático historiador franciscano Fray Juan Abreu Galindo, al ingeniero cremonés leonardo Torriani, a los naturalistas Alexander von humbolt y Leopold von Buch, al Almojaife de La Palma Pedro Policarpo Franco del Brito, al "cura masón" Manuel Díaz Hernández, al insigne maestro y secretario de Fuencaliente Luciano Hernández Armas, al afamado geólogo Lucas fernández Navarro, al ingeniero de caminos, canales y puertos Enrique Godet y a los ingenieros de minas Juan Gabala y juan Kindelán. Estos tres últimos llegaron a redactar dos proyectos que consistían en un pozo y en un pozo con galería de fondo respectivamente. nunca se llevaron a efecto porque, con el tiempo, se fue disipando el recuerdo de la situación de la Fuente Santa, la historia se fue transformando en leyenda y ya nadie estaba seguro de donde se ubicaba la fuente, ni tan siquiera si seguiría manando.


Pero los habitantes de Fuencaliente seguían insistiendo en su recuperación. En diciembre de 1995, el alcalde de la villa, Pedro Nolasco Pérez, solicitó al Servicio Hidráulico de Tenerife la colaboración en esta larga búsqueda de la Fuente Santa. este organismo disponía del personal y medios del antiguo Servicio Geológico de Obras Públicas, por lo que comenzaron las labores de investigación con un equipo formado por el ingeniero técnico don Miguel Angel Sicilia, el geólogo don Luis Hernández, la analista Tibisay Pérez, el sondista Manuel Fernández y dirigidos por el ingeniero Carlos Soler Liceras.


En una primea etapa se estudio los archivos de los Ayuntamientos de Fuencaliente y Villa de Mazo, prosiguiendo con la lectura de textos historicos que citaban la Fuente Santa en diferentes archivos y Bibliotecas, tanto canarios como nacionales y se terminó esa etapa con el levantamiento geológico de toda la zona donde se diferenciaban los terrenos antiguos y los que arrojó el volcán de San Antonio. Dentro de estos últimos se incluían también los pertenecientes a la erupción del Teneguía (1971).


Comienza entonces la segunda etapa pero con el inconveniente de que los emplazamientos para la sonda estaban restringidos a la cuneta de la carretera, puesto que toda la superficie del malpaís estaba declarada Area de Sensibilidad Ecológica. La Consejería de Obras Públicas puso a a disposición para perforar tres sondeos de 40 metros de profundidad, a los que había que sumar otros dos que contrató una empresa privada que hacía años buscaba la Fuente.


Una vez finalizada la etapa de investigación comenzó la perforación, la cual fue más complicada de lo que inicialmente se pensó; el material escoriáceo estaba totalmente suelto, tanto que parecía que se excavaba en un montón de arenas. La cohesión era nula, como resultado del proceso de acumulación al caer por un acantilado de cien metros de altura. Pero no acababan aquí los problemas, porque bruscamente se sucedían clastos de basalto de grano muy fino, terriblemente duros y de varios metros cúbicos de volumen. La inestabilidad de los primeros metros provocada por el emboquille, aumentados por esa falta de cohesión del terreno con poca montera, hizo que se originaran varias chimeneas que demoraron la ejecución. A la vista de ello se optó por archetar mediante perfiles curvos, separados un metro y unidos entre ellos por redondos soldados de 20mm de diámetro. Por detrás, y sujetas por estos redondos, se colocaban las piedras de mayor tamaño, que impedían que el material de los hastiales y del techo cayeran sobre la galería.


La segunda fase de la obra dio comienzo en 2004. La dificultad había aumentado, si antes la estabilidad era escasa, ahora al irse acercando al antiguo acantilado era todavía menor. Ello obligó a cambiar de procedimiento de excavación, psando a inyectar cemento y agua a presión para convertir las escorias en un hormigón que luego se perforaba por debajo colocando las cerchas y las piedras igual que en los metros iniciales. Una vez cerca del antiguo acantilado se perforó un ramal hacía la derecha. Fue el momento más complicado de la excavación, la sección que debía quedar diafana era muy grande y el terreno estaba suelto, ambos factores contribuyeron a que se produjera un derrumbe que demoró la obra varios meses. Pasado el verano de 2005 se consiguió iniciar el ramal y saliendo escorado respecto a la galería principal, de nuevo se volvió a chocar con el antiguo acantilado,se torcio el ramal hasta colocarlo paralelo a la antigua costa y se prosiguió la perforación.


Poco después apareció un enorme dique volcánico, era ese dique el elevado risco de color plomizo a cuyo pie nacía la Fuente Santa cuyo agua mana a 45º de temperatura.


Para llegar a descrubir y desenterrar la Fuente Santa se han usado cuatro ciencias muy diferentes: La Historia dio las claves para imaginar e inicar la busqueda del emplazamiento, la Geología de los sondeos y del entorno aportó la forma del acantilado antiguo, la Ingeniería proporcionó los conocimientos para excavar esa compleja galería en la que nada se sostenía y, por último, la Hidroquímica condujo hacía la Fuente Santa de aguas subterráneas que varían continuamente con la profundidad y con las mareas.

Período Clásico de los mayas

También llamado Periodo Teocrático, abarca desde los años 320 a 987 d. C. aproximadamente. Recibe este nombre porque en un principio se creyó que fue el grupo sacerdotal el que ejerció el poder político y que toda la vida económica, social y cultural se desarrolló en torno a la religión.

Los grupos sacerdotales, tuvieron gran importancia en el gobierno de los Estados mayas del Clásico; a pesar de eso, nunca fueron dirigentes. Existía una clase noble y en todo caso, eran los guerreros quienes concentraban el poder. La imagen de los mayas como una sociedad gobernada por sacerdotes fue derribada cuando se descubrió que las ciudades estaban en permanente guerra unas con otras.

Se incrementó notablemente la agricultura como actividad económica básica, la cual era practicada por grandes contingentes de labradores, propiciando una compleja división del trabajo y en consecuencia una fuerte estratificación social.

Las zonas arqueológicas más conocidas de este periodo son: Tikal, Uaxactún, Piedras Negras, Cancuén, Caracol, Yaxhá, Naranjo, Xultún, Río Azul, Naachtún, Dos Pilas, Machaquilá, Aguateca, Comalcalco, Palenque, Yaxchilán, Kankí, Bonampak, Quiriguá , Tulum, Edzná, Oxkintok, Ceibal, Xamantún, Copán, San Andrés, Yaaxcanah, Cobá, El Cedral, Ichpaatún, Kantunilkín, Kuc (Chancah), Kucican, Tazumal, Las Moras, Mario Ancona, Muyil, Oxlakmul, Oxtancah, Oxhindzonot, Pasión de Cristo, Río Indio, San Antonio III, Nohkuo Punta Pájaros, San Manuel, San Miguel, Punta Molas, Tamalcab, Templo de las Higueras, Tupack, Xlahpak, Tzibanché y Kohunlich.

Cobá.

Los dos principales centros de la zona del Petén son Uaxactún y Tikal. Uaxactún (600 a. C. al 889 d. C.), localizado a 25 kilómetros al norte de Tikal (Guatemala), tiene el templo maya más antiguo que se conoce en la región, y es el primer lugar en donde se observó la existencia de la bóveda falsa. Tikal (800 a. C. al 869 d. C.), enclavado en el corazón de la selva muestra una gran influencia teotihuacana y llegó a poseer 100 mil habitantes en su momento culminante, siendo la ciudad más grande de América en el Clásico Tardío. Este centro dependía de una complicada red comercial y se encontraba enclavado en un lugar estratégico, entre dos sistemas fluviales que iban al Golfo de México y al mar Caribe.

Copán, en Honduras, cuyo esplendor se dio hacia el año 736 d. C., fue el centro científico del mundo maya, en donde la astronomía se perfeccionó al punto de determinar la duración del año tropical, de crear las tablas de eclipses y de idear una fórmula para ajustar el calendario, más exacta que la usada en la actualidad. Sobre su arte, Eric Wolf en la obra Pueblos y culturas de Mesoamérica menciona que a los mayas les gustaba amangoiona:

"Al mismo tiempo se dieron a conocer expresiones artísticas nuevas, nuevos símbolos de poder, que provenían del exterior de la zona maya, y se extendieron en toda esta región; como los tocados ceremoniales guarnecidos, las sandalias orladas, los brazaletes, las plumas ensartadas y el cetro de [manikin]. En Copán se encuentran numerosas representaciones del Tláloc mexicano. ¿Se trataría de un movimiento de consolidación política que tuvo su origen fuera de la zona maya aun cuando hecho uso de las formas mayas tradicionales?..."

La civilización maya habitó una vasta región denominada Mesoamérica, en el territorio hoy comprendido por cinco estados del sureste de México que son, Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán; y en América Central, en los territorios actuales de Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador, con una historia de aproximadamente 3.000 años.

Durante ese largo tiempo, en ese territorio se hablaron cientos de dialectos que generan hoy cerca de 44 lenguas mayas diferentes. Hablar de los "antiguos mayas" es referirse a la historia de una de las culturas mesoamericanas precolombinas más importantes, pues su legado científico y astronómico es mundial. Contrariamente a una creencia muy generalizada, la civilización maya nunca "desapareció". Por lo menos, no por completo, pues sus descendientes aún viven en la región y muchos de ellos hablan alguno de los idiomas de la familia mayense.

La literatura maya ilustra la vida de esta cultura. Obras como el Rabinal Achí, el Popol Vuh, los diversos libros del Chilam Balam, son muestra de ello. Lo que sí fue destruido con la conquista es el modelo de civilización que hasta la llegada de los primeros españoles, había generado tres milenios de historia.

La Conquista española de los pueblos mayas se consumó hasta 1697, con la toma de Tayasal, capital de los mayas Itzá y Zacpetén, capital de los mayas Ko'woj en el Petén (actual Guatemala). El último estado maya desapareció cuando el gobierno mexicano de Porfirio Díaz ocupó en 1901 su capital, Chan Santa Cruz, dando así fin a la denominada Guerra de Castas.

Los mayas hicieron grandes e impresionantes construcciones desde el Preclásico medio y grandes ciudades como Nakbé, El Mirador, San Bartolo, Cival, localizadas en la Cuenca del Mirador, en el norte del Petén, y durante el Clásico, las conocidas ciudades de Tikal, Quiriguá, (ambas las primeras en ser declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1979 y 1981 respectivamente) Palenque, Copán, Río Azul, Calakmul, Comalcalco (construida de ladrillo cocido), así como Ceibal, Cancuén, Machaquilá, Dos Pilas, Uaxactún, Altún Ha, Piedras Negras y muchos otros sitios en el área. Se puede clasificar como un imperio, pero no se sabe si al momento de colonizar impusieron su cultura o si fue un fruto de su organización en ciudades-estado independientes cuya base eran la agricultura y el comercio. Los monumentos más notables son las pirámides que construyeron en sus centros religiosos, junto a los palacios de sus gobernantes y los palacios, lugares de gobierno y residencia de los nobles, siendo el mayor encontrado hasta ahora el de Cancuén, en el sur del Petén, muchas de cuyas estructuras estaban decoradas con pinturas murales y adornos de estuco. Otros restos arqueológicos importantes incluyen las losas de piedra tallada usualmente llamadas estelas (los mayas las llamaban Tetún, o “tres piedras”), que describen a los gobernantes junto a textos logográficos que describen sus genealogías, victorias militares, y otros logros. La cerámica maya está catalogada como de las más variadas, finas y elaboradas del mundo antiguo.

Los mayas participaban en el comercio a larga distancia en Mesoamérica, y posiblemente más allá. Entre los bienes de comercio estaban el jade, el cacao, el maíz, la sal y la obsidiana.