viernes, 19 de marzo de 2010

Fuente Santa




La Fuente Santa fue un manantial de aguas termales que surgía en marea baja, al pie de un abrupto acantilado y en la parte sur de la isla de La Palma. Desde 1493, año en que don Alonso Fernández de Lugo conquista la isla para la Corona de Castilla, hasta 1677, fecha de la erupción del volcán de San Antonio, la Fuente Santa atrajo a multitud de enfermos que acudían a curarse esperanzados por la fama que habían adquirido sus aguas. Desde toda Europa e incluso desde América, venían los enfermos a librarse de la "lúe Venérea", del "mal francés" y del "mal de pupas", como así llamaban entonces a la sifilis y la lepra, que constituían entonces un auténtico "azote de Dios". Pero también tenía fama de sanar cualquier enfermedad de la piel, de los huesos, del estómago e incluso el reuma y la sarna.




La terapia para los casos graves consistía en un primer baño en la pileta de San Blas, donde el agua de la Fuente estaba ligeramente enfeiada al mezclarse con el agua de mar. Allí el enfermo se arañaba las heridas con un cepillo de púas de hierro, hasta que lograba levantarse las pústulas, rememorando en su propia carne el martirio del santo. Luego, con las heridas limpias y en carne viva, con un dolor lacerante insufrible, se sumergía en la pileta de San Lorenzo donde, rememorando un nuevo martirio y debido a las altas temperaturas del agua de la Fuente, las llagas se cauterizaban. Este tratamiento tan doloroso se completaba posteriormente con otro más suave e incluso placentero, basado en lodos y baños marinos en la pequeña ansa abierta hacía el sur, donde surgía la Fuente Santa.


Durante dos siglos La Palma fue la nueva Cos del Atlántico, patria de Esculapio y de hipócrates, doncientos años en los que la Fuente Santa recibió a todo tipo de enfermos, algunos tan ilustres como Don Pedro de Mendoza (1500-1537), Adelantado de los Mares del Sur, Conquistador de Argentina, Uruguay y Paraguay y fundador de la ciudad de Buenos Aires. Don Pedro estaba enfermo de sífilis, según decían algunos era la penitencia por su pecado de concupiscencia durante el Saco de Roma (1527), y hasta sus oídos llegó la fama de las curaciones de la Fuente Santa. No lo dudó, y aprovechando el viaje hacia la conquista de América del Sur, retuvo en Canarias a la flota compuesta por 17 barcos y durante un mes se estuvo bañando en las aguas termales, acompañado por su amante María Dávila y confortado por Don Rodrígo de Cepeda y Ahumada, hermano de Santa Teresa, antes de lanzarse al proceloso Océano en busca de las Tierras Ignotas del Sur. Don Pedro y todos los demás visitantes, como fue también Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, fueron aportando un riqueza a la isla que culminó al convertir La Palma en la isla con mayor tráfico de viajeros y la de mayor renta del Archipiélago. tal era la riqueza que aportaban los visitantes que se construyó el Pago de Las Indias, llamado de esta forma por el dinero que se movía con las limosnas y los hospedajes de los enfermos.


Pero cuando las curaciones erna mayores, cuando la incredulidad se transformaba en santidad y la fama de los milagros inundaba la isla, bruscamente todo se acabó. Un aciago día de noviembre de 1677 se desató la furia del Averno y comenzó la erupción del volcán de San Antonio. Durante días fluyeron las coladas por el llano que se situaba por encima del acantilado costero, aquel que enmarcaba la caleta abierta hacie el sur donde surgían las aguas de la Fuente Santa. Aunque el basalto y las escorias destruían campos y sepultaban casas, los palmeros, acostumbrados ya a estas furias desatadas, pensaban que todo era reponible, todo podría ser recuperado. Cuando acabara la erupción sería el momento de la reconstrucción.


Tras varios días de explosiones, el 17 de noviembre surgió una colada del pie de la Montaña de Los Corrales que se dirigió hacia el oeste. El 21 del mismo mes brotó otra colada que fue derecha hacia escotaduras del acantilado a cuyo pie surgía la Fuente. Rápidamente se dio la alarma en la isla y de todos los lugares surgieron los palmeros que, reuniéndose en una fervorosa comitiva, se enfrentaron al avance de la colada con los medios que proporciona la fe: las procesiones y las rogativas. Todos dijeron que fue un milagro, nadie lo puso en duda: cuando tan sólo faltaban cien metros para que la colada llegara a la parte superior de la fuente y a punto estaba de sepultar a los vecinos, bruscamente se desvió hacia el sur. En medio quedó la pared del acantilado de la Fuente Santa, mientras que a poca distancia y a cada lado de ella, las coladas caían por los ciento cincuenta metros de altura del acantilado sepultando la costa en un espectáculo de fuego, estruendos y pavor.


Pero el Averno no había dicho aún su última palabra y lo hizo dos días más tarde, cuando todos presagiaban que la erupción acababa. Fue entonces cuando una nueva y postrera colada, surgida del pie del volcán, se dirigió nuevamente hacía el acantilado. Otra vez comenzaron las rogativas sacando en procesión a la Virgen de las Nieves, pero esta vez todo fue muy rápido, la colada se encontró con el camino abierto por las anteriores y sin ningún titubeo llegó hasta las escotaduras del acantilado. Comenzaron a caer las escorias que anteceden, rodando y saltando se fueron acumulando en la pequeña cala. Al poco tiempo se había anegado la orilla del mar y con ella la Fuente Santa. Detrás se precipitó la colada que, aportando más piedras y basalto incandescente, sepultó la cala con más de setenta metros de altura, haciendo retroceder la costa cuatrocientos metros mar adentro. Todo acabó, un mes más tarde el volcán se pagó y con él quedaron sepultados campos, casas y el bien más preciado de la isla; la Fuente Santa. Riqueza, santidad y salud habían sucumbido bajo la ira del Volcán.



Busqueda de la Fuente Santa.


Nunca el lamento de una isla fue mayor. La Iglesia, la principal damnificada, reaccionó rápidamente y tan sólo unos meses después envió a un Visitador Eclesiastico, Don Juan Pinto de guisla, para que informara de la terrible perdida que suponía la desaparición de la Fuente Santa. Diez años más tarde, en 1687, los palmeros se reunen para excavar un pozo y comienza así una lucha desesperada contra la naturaleza en la que la falta de estabilidad de las escorias sueltas y la tremenda dureza del basalto les van a obligar a desistir, no sin antes dejar la huella de su afán y pedir a las generaciones futuras que no dejen nunca de intentar recuperar la Fuente Santa. Y así lo hicieron, prácticamente no hay una sola generación de palmeros y más concretamente de fuencalenteros, que no intentara encontrar la antigua surgencia de las aguas termales, curativas y milagrosas.


Dice la leyenda que este intento concluyó marcando el lugar donde se encontraba enterrada la Fuente Santa. Unos aseguraban que la señal era una excavación alargada que marcaba la dirección, otros decían que había una gran cruz que marcaba el emplazamiento. Además y como aporte de esta misma generación, la última que contempló con sus ojos el mítico manantial, se han conservado ciertas frases que la tradición ha transmitido de generación en generación aportando una clave para encontrar la fuente.



  • La fuente nacía al pie de un elevado risco de color plomizo.

  • El agua brotaba de un material de tan blanda naturaleza que con una lanza facilmente se hacían regatones.

Muchas han sido las busquedas en estos casi 330 años, las huellas se encuentran esparcidas a lo largo del malpaís de Fuencaliente y muchas de ellas fueron sepultadas por el Teneguía. también fueron muchas las peticiones, súplicas y estudios realizados para descubrirla. Entre ellos cabe citar los del enigmático historiador franciscano Fray Juan Abreu Galindo, al ingeniero cremonés leonardo Torriani, a los naturalistas Alexander von humbolt y Leopold von Buch, al Almojaife de La Palma Pedro Policarpo Franco del Brito, al "cura masón" Manuel Díaz Hernández, al insigne maestro y secretario de Fuencaliente Luciano Hernández Armas, al afamado geólogo Lucas fernández Navarro, al ingeniero de caminos, canales y puertos Enrique Godet y a los ingenieros de minas Juan Gabala y juan Kindelán. Estos tres últimos llegaron a redactar dos proyectos que consistían en un pozo y en un pozo con galería de fondo respectivamente. nunca se llevaron a efecto porque, con el tiempo, se fue disipando el recuerdo de la situación de la Fuente Santa, la historia se fue transformando en leyenda y ya nadie estaba seguro de donde se ubicaba la fuente, ni tan siquiera si seguiría manando.


Pero los habitantes de Fuencaliente seguían insistiendo en su recuperación. En diciembre de 1995, el alcalde de la villa, Pedro Nolasco Pérez, solicitó al Servicio Hidráulico de Tenerife la colaboración en esta larga búsqueda de la Fuente Santa. este organismo disponía del personal y medios del antiguo Servicio Geológico de Obras Públicas, por lo que comenzaron las labores de investigación con un equipo formado por el ingeniero técnico don Miguel Angel Sicilia, el geólogo don Luis Hernández, la analista Tibisay Pérez, el sondista Manuel Fernández y dirigidos por el ingeniero Carlos Soler Liceras.


En una primea etapa se estudio los archivos de los Ayuntamientos de Fuencaliente y Villa de Mazo, prosiguiendo con la lectura de textos historicos que citaban la Fuente Santa en diferentes archivos y Bibliotecas, tanto canarios como nacionales y se terminó esa etapa con el levantamiento geológico de toda la zona donde se diferenciaban los terrenos antiguos y los que arrojó el volcán de San Antonio. Dentro de estos últimos se incluían también los pertenecientes a la erupción del Teneguía (1971).


Comienza entonces la segunda etapa pero con el inconveniente de que los emplazamientos para la sonda estaban restringidos a la cuneta de la carretera, puesto que toda la superficie del malpaís estaba declarada Area de Sensibilidad Ecológica. La Consejería de Obras Públicas puso a a disposición para perforar tres sondeos de 40 metros de profundidad, a los que había que sumar otros dos que contrató una empresa privada que hacía años buscaba la Fuente.


Una vez finalizada la etapa de investigación comenzó la perforación, la cual fue más complicada de lo que inicialmente se pensó; el material escoriáceo estaba totalmente suelto, tanto que parecía que se excavaba en un montón de arenas. La cohesión era nula, como resultado del proceso de acumulación al caer por un acantilado de cien metros de altura. Pero no acababan aquí los problemas, porque bruscamente se sucedían clastos de basalto de grano muy fino, terriblemente duros y de varios metros cúbicos de volumen. La inestabilidad de los primeros metros provocada por el emboquille, aumentados por esa falta de cohesión del terreno con poca montera, hizo que se originaran varias chimeneas que demoraron la ejecución. A la vista de ello se optó por archetar mediante perfiles curvos, separados un metro y unidos entre ellos por redondos soldados de 20mm de diámetro. Por detrás, y sujetas por estos redondos, se colocaban las piedras de mayor tamaño, que impedían que el material de los hastiales y del techo cayeran sobre la galería.


La segunda fase de la obra dio comienzo en 2004. La dificultad había aumentado, si antes la estabilidad era escasa, ahora al irse acercando al antiguo acantilado era todavía menor. Ello obligó a cambiar de procedimiento de excavación, psando a inyectar cemento y agua a presión para convertir las escorias en un hormigón que luego se perforaba por debajo colocando las cerchas y las piedras igual que en los metros iniciales. Una vez cerca del antiguo acantilado se perforó un ramal hacía la derecha. Fue el momento más complicado de la excavación, la sección que debía quedar diafana era muy grande y el terreno estaba suelto, ambos factores contribuyeron a que se produjera un derrumbe que demoró la obra varios meses. Pasado el verano de 2005 se consiguió iniciar el ramal y saliendo escorado respecto a la galería principal, de nuevo se volvió a chocar con el antiguo acantilado,se torcio el ramal hasta colocarlo paralelo a la antigua costa y se prosiguió la perforación.


Poco después apareció un enorme dique volcánico, era ese dique el elevado risco de color plomizo a cuyo pie nacía la Fuente Santa cuyo agua mana a 45º de temperatura.


Para llegar a descrubir y desenterrar la Fuente Santa se han usado cuatro ciencias muy diferentes: La Historia dio las claves para imaginar e inicar la busqueda del emplazamiento, la Geología de los sondeos y del entorno aportó la forma del acantilado antiguo, la Ingeniería proporcionó los conocimientos para excavar esa compleja galería en la que nada se sostenía y, por último, la Hidroquímica condujo hacía la Fuente Santa de aguas subterráneas que varían continuamente con la profundidad y con las mareas.

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